martes, 5 de abril de 2011

Textos para un bicentenario

NOJOTROS, NOSOTROS Y NO OTROS Por Herbert Vargas


La sociedad de la nación en el mundo moderno es "ese curioso dominio híbrido donde los intereses privados asumen significación pública" y los dos dominios navegan sin cesar y sin certeza hacia cada uno "como olas en una corriente sin fin del proceso de la vida misma". (Arendt, 1958)

Bajo las banderas de un débil nacionalismo, la sociedad salvadoreña alberga la celebración del bicentenario del primer grito de independencia. En algunos mensajes publicados se llega incluso a mencionar bicentenario de independencia, como si en los sucesos de noviembre de 1811 se hubiese definido el proceso político de la denominada independencia. Atendiendo a las tradicionales preocupaciones de los salvadoreños - la seguridad pública y la economía- la “celebración” del llamado bicentenario parece no ser de interés de la ciudadanía.


Durante 2010, Latinoamérica desarrolló una seguidilla de celebraciones en torno a las independencias de los ahora países respecto al otrora imperio español. México (16 de septiembre de 1810), Chile (18 de septiembre de 1810), Venezuela (julio de 1810), entre otros países, tiraron la casa por la ventana para honrar a sus adalides, exacerbar las localías en la construcción de un mundo cada vez más poli polar en la que las identidades nacionales y regionales son imprescindibles en el contexto de la globalización. El denominado bicentenario no cobra relevancia para el san salvadoreño de a pie, en lugar de ello, 6 de cada 10 ciudadanos considera que la delincuencia aumentó y más de la mitad dice lo mismo de la pobreza (IUDOP, 2010). Sin embargo, tampoco ha sido el interés de las casas encuestadoras preguntarle a la gente sobre el significado de la celebración del bicentenario para los salvadoreños y salvadoreñas. Por ejemplo en la última encuesta de LPG Datos -servicio de encuestas de La Prensa Gráfica, el rotativo de mayor circulación en El Salvador- publicada en marzo de este año, ni siquiera es considerado el tema en las preguntas formuladas. (LPG Datos, 2011).


Más allá de un par de dibujos murales en la ciudad capital del pequeño país, el gobierno salvadoreño –local y central- ha emprendido una ambiciosa campaña publicitaria y desplegado con ello los mensajes patrios en un intento por revitalizar los valores adjudicados a la conciencia nacional, una nueva religión cívica [i] . Por un lado, la municipalidad de San Salvador, administrada desde mayo de 2009 por un partido de extrema derecha y por el otro, el gobierno central administrado desde junio de 2009 por fuerzas políticas variopintas. Se suman a la emisión de mensajes cívicos, la empresa privada con la publicación de spots relacionados al tema, sobre todo aquellas empresas vinculadas a la expresión política del empresariado (ANEP, Cámara de Comercio) en un natural comportamiento que busca sacarle raja a la celebración proyectándose como emprendedores nacionales. [ii]


El panteón de míticos héroes nacionales reverdece en la mente y voz del edil capitalino y su fetichismo simbólico, quien anuncia la construcción de un nuevo monumento al Indio Atlacatl sobre la Avenida Independencia en el lugar que ocupa la plazuela que lleva el nombre del forastero de lejanas tierras y bandolero al fin: El General de Hombres Libres del ejército de la dignidad nacional, Augusto César Sandino. Es la destitución de un símbolo no nacional por el imaginario de lo autóctono. Por su parte, el presidente de la república anuncia con toda pompa y rimbombancia el inicio de las celebraciones del bicentenario [iii] y la Secretaría de cultura del Presidente publica el portal dedicado a tal fin. Como si en el pequeño país no hubiese suficientes contradicciones, pareciera que el imaginario de lo nacional, debería cohesionar, o por lo menos hacer coincidir. Lo nacional trasladado nuevamente a la batalla política electoral a librarse en el terreno del imaginario san salvadoreño. Ciertamente, la visión utilitarista de la cultura produce. En estos tiempos el valor utilitarista de la cultura es preponderante. El ámbito cultural genera empleos, promueve la educación, incrementa el turismo, mejora los ingresos nacionales reduce la delincuencia y produce ganancias (Yúdice, 2002), también político electorales. Es así como se configura un nuevo espacio de manipulación, de pugna, un escenario de ( in) competencia por la percepción de los públicos en un mercado político en el que su principal y máximo indicador es la cifra de votos obtenidos.



Centroamérica y la crisis de las representaciones culturales.



San Salvador y sus regiones, no pueden explicarse a sí mismas sin explicar la Centroamérica primero, o por lo menos simultáneamente. La "localidad" de la cultura nacional no es ni unificada ni unitaria en relación consigo misma, ni debe ser vista simplemente como "otra" en relación con lo que está afuera o más allá de ella. (Bhabha).


La celebración del bicentenario lejos está de transmitirse como una efeméride centroamericana. Para entender qué es la salvadoreñidad, es menester saber qué no es, qué no la caracteriza, qué representa en el contexto, y ese es un proceso pendiente. Para entender qué somos, es necesario saber qué es lo otro. Qué nos hace ser no otros. A pesar de la cercanía geográfica, nos rodea una abyecta cortina que nos ciega e impide ver al otro. Por tanto no sabemos qué es, qué significa lo otro, como para desmarcarnos de eso y construirnos nosotros.


En las escuelas centroamericanas no se canta el himno de Centroamérica. No hay doctorados en literatura ni filosofía centroamericana. El archivo de donde se estudia e investiga la Historia de lo que hoy es El Salvador, se encuentra en México, en el archivo general de indias en Sevilla, España, y en el archivo general de Centroamérica en Guatemala. En el mar de miseria deportiva no somos capaces ni concebir una liga de fútbol centroamericana competitiva. Pero eso sí, cada país tiene sus héroes indígenas, cada país tiene algo en lo que es lo más grande en Centroamérica o el mundo como campeones mundiales en disciplinas individuales. En cada país resuena la leyenda de poseer de los más hermosos himnos nacionales en el mundo. Cada país tiene su sucursal del mundo o capital del cielo o se ha apropiado de algún título grandilocuente: El país de la sonrisa, el país de la eterna primavera etc. Tan dialécticos somos que en una sola y pequeña región, cerquita no más y con jergas y acentos tan disímiles. Los pequeños países que socio culturalmente más se parecen, fueron los últimos en irse a la guerra en 1969. En el mundo de migrantes, donde hay un nica hay un salvadoreño. Mientras escribo, en Ciudad de Guatemala en el Palacio de Cultura -otrora Palacio Nacional- de Guatemala- ,ondea la Bandera de la Federación Centroamericana, sí, la azul y blanco, junto a la bandera albiceleste chapina y la bandera de los pueblos originarios mayas. Por cierto: ¿los pueblos originarios usaban banderas? Leemos y consumimos enlatados e informativos de los emporios comunicacionales extra regionales y no sabemos que transmiten las empresas centroamericanas de información y entretenimiento. La burguesía criolla centroamericana, anegada de millones de nacionales dólares, se asocia e invierte en cadenas de hoteles e inmobiliarias, se asocia a emporios financieros y transporte en toda la región y más allá de ella, pero no son capaces de invertir en una señal centroamericana de televisión, radio o periódico regional.


Centroamérica tiene un parlamento regional -donde yacen los restos de vergonzosas currículas políticas y los autores de éstas- y ninguna de sus resoluciones son vinculantes. Es el único parlamento regional del mundo en el que una provincia de ultramar (la isla Taiwán) tiene más poder de emitir resoluciones no oficiales pero vinculantes para cada país de la región. En el más pequeño país de la América Continental, sus nacionalistas hicieron circular el dólar. Siguiendo la tradición ilustrada de finales del siglo 19 y 2 décadas del 20, cada país erige a sus héroes. En Ciudad de Guatemala no existe ningún monumento a Francisco Morazán Quesada y Manuel José Arce es estudiado y visto por los chapines como el conspirador corrupto que era. En Honduras, el redactor de la primera acta de independencia del reino español, José Cecilio del Valle, era un conservador adepto a la corona, alabado como prócer en la actualidad. ¡Costa Rica tiene su propia acta de independencia fechada el 29 de octubre de 1821 en la que se adopta el imperio mexicano! La embajada de la República de Honduras reclamó oficialmente a la República de El Salvador en 2006 la devolución de los restos del general Morazán, por considerar que su tumba en el cementerio de los ilustres en San Salvador está descuidada. Por cierto Morazán murió siendo centroamericano.


Así pues, los avatares de la historia oficial exponen que el 15 de septiembre de 1821 se firmaría un primer tratado político de independencia del reino español, mientras que el adalid de la independencia y primer presidente de la Federación Centroamericana, Manuel José Arce, negociaba la anexión del territorio a los Estados Unidos. En las aulas salvadoreñas no sabemos quién fue Andrés Castro ni qué hizo en la batalla de San Jacinto en 1853. Saberse los himnos de Centroamérica es una pasmosa noticia. Los salvadoreños ni siquiera conocen el porqué del nombre de su país. En las aulas costarricenses, lo nicaragüense es impronunciable.


La Centroamérica es una en su origen, y deberá ser una en su fin. Pero su historia no es un asunto consumado. Basta leer los textos escolares de historia en cualquier rincón de la región para evidenciar las disímiles versiones de la narración de la nación. Las naciones, como las narraciones, pierden sus orígenes en los mitos del tiempo y sólo vuelven sus horizontes plenamente reales en el ojo de la mente (Bhabha). Los acontecimientos de noviembre de 1811 en sus efectos no fueron aislados, le sucedieron los movimientos en León y Masaya a finales de ese mismo año. En lugar de proponer un recuento de los esfuerzos criollos por su independencia en toda la región, la celebración se atomiza en las mentes de quienes la pregonan de esa manera desde la cultura oficial. (PNUD, 2003, p 253). ¿Porqué no puede funcionar la narración de la nación centroamericana que nos haga sentir que todos cabemos ahí? (Bhabha), en lugar de eso, nos apropiamos del discurso violento en las que las diferencias se tienen que mirar. En todo esto, las mujeres, mulatos, negros, los pueblos originarios no tienen nada que contar, porque no les dejaron decir nada. Los descendientes de éstos, son los de a pie de hoy, los más preocupados por la violencia y el desempleo. En poco o en nada se sienten representados. El bicentenario no les une, no les llama, no les interesa, como no les interesa lo que ocurre en las regiones hermanas de la Centroamérica grande porque simplemente no les fue narrado nada en casi 200 años de historia mutual.



La dialéctica y la nación centroamericana.



Plantearse la nacionalidad centroamericana, como acto individual, en la clandestina centralidad de lo cotidiano de Reguillo, es asumir el centro americanismo como lo que es: una realidad histórica malograda más que una utopía o ideal inalcanzable. Las razones sobran. Desde lo financiero, lo político y transversalmente lo cultural. Hay comienzos y avances que pueden alcanzar o no, lo cotidiano. Como la existencia del Parlamento centroamericano o el gesto del gobierno Guatemalteco de colocar la bandera centroamericana en el Palacio de la Cultura en aquella provincia. La compra conjunta de medicamentos por parte de los ministros de salud del área para mejorar el abastecimiento, entre tantos esfuerzos multilaterales.



Sin embargo, lo cotidiano se vuelve fundamental. Como dijera Benedetti, las cosas más triviales se vuelven fundamentales. Desde el habla, podríamos referirnos a los ahora países como lo que son, provincias de lo que podría asumirse como una sola nación. En actos oficiales bien pudiera retomarse el actual ejemplo de la provincia de Guatemala y colocar la bandera centroamericana y sonar La Granadera a lo largo y ancho del istmo. Una nueva historia, más sólida, podría reescribirse. El concepto de nación es aún un asunto aún en discusión en nuestros días. Así lo demuestra la polémica reciente suscitada en Iberia donde existe una resolución de la Corte de inconstitucionalidad española en la que se pugnaba la incorporación del término nación en el estatuto de la comunidad autonómica de Cataluña. La resolución aprobada provocó una multitudinaria manifestación el 10 de julio de 2010 en repudio:"Som una nació, nosaltres decidim".[iv] Asimismo, el concepto de nación ha sido fundamental en la construcción de la identidad y reconocimiento de los pueblos originarios dentro del marco jurídico internacional vigente. En Bolivia, con la asunción en diciembre de 2005 de Evo Morales Ayma a la presidencia de la república, se abren paso los pueblos originarios encerrados geográfica y jurídicamente por los dibujos coloniales en el mapa la Bolivia actual para ser reconocidos en la constitución de ese país. A partir del 18 de marzo de 2009, Bolivia pasará a ser Estado Plurinacional de Bolivia.[v]



Existen identidades de nación asumidas antes que la identidad de país como orden jurídico administrativo del estado. La construcción de una nación a través de la narración que excede las fronteras de un estado. Como en Bolivia, en el País Vasco el uso cotidiano de la chapela y la ikurriña fueron suficiente razón para ser asesinado en la atrasada España franquista. Ahora se luce orgullosa como lo que es: un rebelde acto contra lo español. La ikurriña ondea en los edificios públicos y residencias de vascos. A la policía se le llama Ertzaintza y al presidente de la comunidad Lendakari, frente a la irritación de la casa real española que no podrá detener millones de centrales y clandestinos actos cotidianos. En las escuelas de Iparralde (norte francés) y Egoalde (sur español), se enseña literatura vasca y se enseña vasco, se habla vasco o euskera, pero no siempre fue así. En Israel, el pueblo Palestino, cercenado en su derecho, sortea los puntos de chequeo, usa sus Hatas y rehúsa ser aplastado por la imposición y sinrazón occidental, en la clandestina centralidad de lo cotidiano que les hace ser una nación. En Catalunya se canta, se habla catalán, ondea la bandera catalana, aún en los estadios. En la ceremonia de premiación del Campeonato Mundial de Futbol de 2010, en la que la selección de futbol de España -conformada en un 90 % por jugadores barcelonistas- resultara campeona, los jugadores más valiosos, Puyol y Xavi, se arroparon la bandera de Catalunya y no la española. El mundo entero lo vio por la televisión. Aún el espectador más lejano de la realidad se tuvo que haber preguntado…. ¿y esa bandera de dónde es, porqué no es la española? En la premiación de atletismo de los juegos olímpicos de México de 1968, dos atletas estadunidenses elevaron sus puños con guantes negros en representación del black power y en protesta por el sistema de segregación racial imperante en Estados Unidos aún en la actualidad. El mundo entero lo vio por televisión. Y otra vez el más lejano espectador tuvo que preguntarse ¿qué significó ese gesto? En Bolivia ondea un extraño banderín multicolor, junto al pabellón clásico de la antigua Bolivia. Los pueblos cachiqueles se burlan de quien habla en castilla en los buses de Guatemala. En San Pedro Atitlán, por miles de años y muerte, en los hogares se habla Quiché mientras se lee esto.



Y existen naciones dividas administrativamente en estados o países, como en el caso centroamericano y en otra escala el caso latinoamericano. Con una historia común. Una impuesta lengua común. Un régimen de organización jurídica del estado en común y un territorio común. De un modo u otro, de muchos que en lo cotidiano asuman la nación centroamericana, otros comprenderán y otros terminarán teorizando 200 años de caos. Pero por algo hay que comenzar. Por conocernos. El bicentenario del primer grito de la independencia, no es un hecho consumado, ni es exclusivo de los criollos san salvadoreños. Es el inicio de un proceso político, carente de significado para las mayorías, en una nación aún no definida. Una nación todavía en construcción. Dentro de un país incompleto, donde faltan las voces de las mujeres, de los negros, de los pueblos originarios. Este es un país incompleto desde adentro, y desde afuera, sin sus hermanos. Somos centroamericanos/as porque somos salvadoreños/as. Somos salvadoreños/as porque somos centroamericanos/as. Ningún proceso de construcción está exento de caos. El necesario caos del que deviene el desarrollo. La cultura la hacemos todos. Todo lo que sabemos lo sabemos entre todos, como escribió Machado. Se hace sobre la base de contradicciones, antagónicas y no antagónicas. Es cuando una de éstas prima cuando se avanza, o se retrocede. Es validar lo otro porque nunca está fuera o más allá de nosotros.(Bhabha). Nos hace ser quien somos. Nojotros y no otros.






[i] PNUD. (2003) Informe de desarrollo humano. Cap. 8 Identidades, cultura nacional desarrollo humano, p.236

[ii] PNUD (2003) Informe de desarrollo humano. Cap.8. Identidades, cultura nacional y desarrollo humano, p 248

[iii] Funes anuncia el bicentenario del Primer grito de la independencia y pide superar la marginación, recuperado el 2 de abril de 2011 de http://www.publimetro.com.mx/entretener/funes-anuncia-el-bicentenario-del-grito-de-la-independencia-y-pide-superar-la-marginacion/ekbz!1472975/

[iv] Así te hemos contado el 10 j, manifestación desde adentro, recuperado el 2 de abril de 2011 de http://www.abc.es/20100710/espana/directo-201007102120.html

[v] Decreto supremo, nueva denominación de Bolivia, recuperado el 2 de abril de 2001 de http://www.padep.org.bo/www/index.php?pg=proyectos/gobierno_determina/