martes, 6 de septiembre de 2011

Individuo, redes y comunicación de riesgo en El Salvador.


Por Herbert Vargas

La república de El Salvador en Centroamérica es el país con más alta vulnerabilidad ante los desastres provocados por la incapacidad humana de situarse coherentemente en la naturaleza y comprender los fenómenos naturales. Un 88.7 % del territorio salvadoreño es vulnerable y el 95 % de la población es susceptible a padecer los estragos de un posible desastre.


Así lo indicó un informe de la entidad de manejo de asuntos humanitarios de la ONU en abril de 2010. Tal afirmación, que para algunos pudiera sonar apocalíptica, responde a un sinnúmero de factores que explican las fatales consecuencias en el territorio más pequeño de la América continental y sus habitantes.


Esos factores que tienen su origen desde el trazado mismo en lo que hoy conocemos como El Salvador. Como todo en la realidad, las causas y consecuencias no son exclusivas del pequeño territorio. Se desplazan en red. En el mismo istmo, se comparte el alarmante galardón. Y es que Honduras es el tercer país con alta vulnerabilidad en el mundo ante los fenómenos de la naturaleza. Estos territorios comparten además de su génesis político, sus tradiciones, sus altos índices de desigualdad social, sus destinos… y la vulnerabilidad.


Acá un concepto clave: por vulnerabilidad entenderemos a la incapacidad de resistencia cuando se presenta un fenómeno amenazante o la incapacidad de reponerse después que ha ocurrido un desastre.[i]


Es sobre los temas de vulnerabilidad ante desastres provocados por la incapacidad humana de empalmar con su ambiente; la capacidad de comunicación efectiva en redes; la interrelación de variables antes no consideradas en la gestión de riesgos lo que ocupará la atención del presente documento.


Para la Organización Panamericana de la Salud, la comunicación es un componente fundamental de la gestión de riesgo, entendida como el proceso de toma de decisiones que tiene en consideración los factores políticos, sociales, económicos que analiza el riesgo potencial a fin de formular, estudiar y comparar opciones de control con miras a seleccionar la mejor respuesta para seguridad de la población ante un peligro probable.


La comunicación de riesgo, concede un especial protagonismo al papel de las comunidades, aliados, sectores de la sociedad y público interesado para la construcción de las estrategias destinadas a la prevención que les permita tomar decisiones durante emergencias de impacto en la salud del país y evaluarlas en el tiempo.


Para el caso salvadoreño, el funcionamiento de la salud en redes cobra relevancia desde junio de 2009 al constituirse como un eje transversal de la reforma integral de la salud en el país vigente desde ese mismo año y queda por verse si esta aplica para la pronta respuesta ante contingencias.


A partir de 2009, la Comisión Nacional contra la gripe Aviar, CONAPREVIAR, pasa a adoptar funciones más genéricas y estratégicas para el país para constituirse como CISALUD, Comisión Interinstitucional de Salud, conformada por mas de 35 entidades del estado y sociedad civil cuyo mandato es el abordaje integral de la Pandemia AH1N1 y el manejo de la epidemia de Dengue en El Salvador, a partir del análisis colectivo de las informaciones disponibles, de la planificación conjunta y de la toma de decisiones en forma colegiada.


Actualmente en ese espacio se discuten diversos temas relacionados a la salud en el país mas allá del dengue y la gripe ah1n1 tales como la contaminación por plomo en Sitio del niño, la problemática del mal manejo de la empresa MIDES en Nejapa, la descontaminación del lago Suchitlán, entre otros importantes temas.


En el documento “Construyendo la Esperanza. Estrategias y recomendaciones en salud”, que se constituye como la Política Nacional de Salud 2009 -2014, se plasman 25 recomendaciones. Ninguna de ellas puede entenderse sin la participación integrada –en red- de todos los actores de la sociedad.


En el enfoque de la Reforma Integral de la salud del país lanzada septiembre de 2010, se consideran las determinantes sociales de la salud, cuyo abordaje descansa en las facultades que el estado confiere a las instituciones en cada tema a saber: acceso al agua potable, obra pública e infraestructura, conservación y regulación relacionada al medio ambiente, acceso a empleo digno de calidad; participan también las instituciones de cooperación internacional e instituciones no gubernamentales que garantizan la participación comunitaria.


El fundamento de este enfoque lo encontramos en la declaración de Alma Ata (1978) en la que se definió la estrategia base a seguir por los pueblos del mundo en relación a la salud, se consideró a la atención primaria en salud (APS) como “la clave para alcanzar en todo el mundo un nivel aceptable de salud que forme parte del desarrollo social y se inspire en un espíritu de justicia”.


Las determinantes sociales no pueden abordarse sin la participación efectiva de sus actores. En su estrategia 1, la Política Nacional de Salud establece crear los mecanismos necesarios para fortalecer la colaboración intersectorial y el desarrollo de redes y alianzas.


La red y la comunicación de riesgo


Ante una emergencia o desastre, las redes en la comunicación de riesgo son fundamentales. Los actores participantes deben incluir a aquellas entidades prestadoras de servicios que según sus competencias contribuyan a cubrir las necesidades que aparecen ante cada fenómeno.


Durante el ciclo de la emergencia (detección temprana del riesgo, respuesta rápida, comunicación proactiva y oportunidad de control) todos los actores son claves.


La construcción de los mensajes en las emergencias debe incluir aliados clave relacionados y no relacionados a la salud. Estos mensajes que buscarán dar confianza a la población. Esta confianza se construye con un proceso paulatino que involucra la misma comunidad en la identificación del fenómeno, la construcción de los mensajes, la transmisión de la calma y en un posterior estadio y en un ideal escenario en la evaluación de todo el proceso.


La red en la comunicación en riesgo parte de lo general a lo específico y viceversa. Parte y termina en alianzas mundiales y la colaboración internacional y parte y termina en la participación efectiva de los individuos que forman parte de una comunidad, en un ciclo, una relación dialéctica entre individuo –sociedad.


Las alianzas mundiales sobre este tema encuentran su norma en el reglamento sanitario internacional –ley de la república de El Salvador- que encuentran en la comunicación de riesgos una de sus 8 capacidades básicas. A escala local la CISALUD y sus réplicas regionales sugieren ser la contraparte.


En El Salvador, el funcionamiento en redes en materia de salud y comunicación de riesgo ya tiene experiencias exitosas. La acción integrada e integral que emanó de la CISALUD en 2009 para enfrentar la gripe AH1N1 a través de los filtros escolares permitió que las cifras de casos y decesos se contuvieran en el país. Aún falta mucho por hacer.



El individuo, la comunidad y la red en la comunicación en riesgo

En la comunicación de riesgo puede advertirse un escenario amplio de participación del individuo en la comunidad. Desde el Estado y sus instituciones pasando por la organización comunitaria actuando a un solo ritmo, a una sola voz. Esto requiere de una alta ponderación política a la intersectorialidad en la consecución de abordajes integrales.


En lo político, y desde el Estado salvadoreño, con la vigencia de la política nacional de Salud de 2009 que fundamenta la reforma del sector, se establecen las redes integrales e integradas de servicios de salud.


Estas redes están constituidas por las instituciones prestadoras de salud desde el estado. La red se caracteriza por la accesibilidad y capacidad instalada proporcionando servicios de salud integrales (en sus 3 niveles, familiar comunitario, hospitalario local y hospitalario especializado y abordando al individuo, a la familia y a la comunidad) e integradas (con la participación de la comunidad y sus organizaciones y la acción coordinada de las diferentes entidades del estado prestadoras o no del servicio de salud).


El trabajo en red permite el conocimiento, investigación y resolución de los problemas de salud por medio de la implementación de acciones integrales de promoción, prevención, curación y rehabilitación. [ii]


En el plano internacional, la OMS/OPS recomienda como práctica óptima para la comunicación de riesgos establecer mecanismos de coordinación interna para la difusión de información entre científicos, técnicos y autoridades para hablar a una sola voz. Asimismo, ese ente mundial recomienda incluir a la comunidad, dirigiéndose a ella utilizando sus propios códigos (culturales) en función de sus intereses, conocimientos y creencias.


La comunicación en salud como en la comunicación en riesgo, la finalidad ulterior es la modificación de conductas. La educación y promoción de las buenas prácticas saludables a través de la construcción de mensajes en los que la participación de los individuos en la comunidad es imprescindible.


Para el caso salvadoreño, la experiencia ha comenzado a dar resultados. Indicadores todavía en construcción permitirán un análisis objetivo de esos esfuerzos desde ya históricos. En el planteamiento de la salud –pública- en el país y sus respuestas ante los fenómenos naturales no existe evidencia ni documental ni práctica que evidencien el imperativo de la participación comunitaria en estos procesos. La Unidad de Desastres del Ministerio de Salud cumple –todavía – un papel de respuesta orientada institucionalmente y no hacia la participación comunitaria en la respuesta ante los desastres. Apenas desde hace 2 años que la respuesta ante fenómenos naturales es orientada a la participación comunitaria a través de los Comités de Protección Civil.
El riesgo en salud no lo constituyen solamente las patologías que signifiquen una amenaza local o internacional, sino también aquellas circunstancias que son atizadas por las embestidas de la naturaleza contra la sinrazón humana.


El trazado del país (cultural, político, económico, social etc.) ha permitido que este no se desarrolle. Mucho menos es la comprensión de sus habitantes y su relación con el entorno. El territorio padece actualmente los estragos de una malograda economía mono exportadora. Las cuasi ciudades –centros urbanos- dibujadas a la usanza del saqueador ibérico, cuadriculadas alrededor de su centrales plazas, a orillas de cualquier cuerpo de agua, mismo que a su vez sirve de cloacas. La voracidad por los recursos naturales, bosques y explotación de tierras -ahora no cultivadas ni cultivables- enarbolando afanes de primitivas y familiares formas de organización política y económica, vergonzosamente vigentes. La primacía del bien del particular privilegiado en lugar del bien común en una clara transgresión a la carta magna de 1983. La pauperización del estado, sus instituciones como consecuencia directa en los indicadores sociales del desarrollo humano, salud, educación, vivienda, empleo que a la vez determinan otros indicadores afectos a la condición de vulnerabilidad: estrés hídrico, densidad poblacional, áreas naturales protegidas, soberanía alimentaria, ordenamiento territorial, entre otros.


En la gestión del riesgo, la nueva salud, las redes, las determinantes sociales y la respuesta a la vulnerabilidad del país ante los fenómenos de la naturaleza, también el individuo es fundamental. La conducta de este, la comprensión de su situación en el hábitat como uno y comunidad, debe ser objeto de estudio, de nuestros esfuerzos. Debe ser el desafío.


A manera de ejemplo, por la calle, cualquier salvadoreño/a puede enumerar las fáciles, gratuitas y sencillas prácticas que desde su hogar puede realizar para evitar la proliferación del zancudo transmisor del dengue. Pero las cifras siguen arrojando 162 casos sospechosos de dengue hemorrágico en lo que va de 2011 y 3 trágicas muertes a causa de la enfermedad. Un principal obstáculo es el cultural en lo relacionado a la limpieza e higiene desde el hogar.


La ponderación política de la participación de la comunidad en la respuesta de salud ante los riesgos, no deja de ser un fenómeno reciente. Muy reciente. Un nuevo protagonismo de los olvidados. De los acostumbrados a creer que ser pobre es sinónimo de suciedad y olvido. Un pueblo de salvadoreños y salvadoreñas a quienes se les acostumbró que la salud sea un favor de quien puede otorgarla y no un derecho. Salvadoreños y salvadoreñas que se creyeron que no podían ni debían participar, proponer y sobre todo actuar en las soluciones a sus problemas.


El Ministerio de Salud, todavía no tiene elementos para evaluar la efectividad de la reforma. Siendo el país más vulnerable del mundo, El Salvador tampoco ha sistematizado ninguna de sus experiencias alrededor de las emergencias y desastres provocadas por la desorganización y desigualdad social, política económica y administrativa de un estado que a empellones quiere volver a funcionar.


Las comunidades salvadoreñas llevan apenas meses -27 en total- descubriendo que las instituciones del estado les pertenecen. Que los resultados de éstas les involucran y que de ese involucramiento depende la salud de sí mismos, de sus hogares, familias, comunidades y de su país. ¿Los indicadores para una conclusión académica? Aún es pronto, muy pronto.




[i] ¿Qué significa vulnerabilidad?(n.d) Obtenido el 3 de septiembre de 2011 desde el sitio http://www.unisdr.org/2004/campaign/booklet-spa/page8-spa.pdf
[ii]. Ministerio de Salud. (2011). Informe de Labores /2010-2011. p.45

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