viernes, 10 de junio de 2011

¿Qué se globaliza y qué no?

Un ciudadano se para en algún lugar de Latinoamérica. O bien pudiera ser en China o África. Viaja y al bajar por el puente del avión hacia el aeropuerto, puerto o punto fronterizo, antes que cualquier otra cosa, costumbre o idioma del lugar de destino, se encuentra frente al ineludible despliegue publicitario de un puñado de letras insignia, símbolos de poder financiero global.


Para hospedarse en algún hotel, debe presentar un logo impreso en un pequeño plástico, y con ello ser sujeto de credibilidad. (Poder adquisitivo). El alimento es menester. Por ello es que antes de degustar cualquier delicia culinaria, este despliegue garantiza que en el menú del viajero, esté presente la "cocina internacional", que no son más que un puñado de ingredientes occidentales que a fuerza de amarga historia se ha incorporado al paladar de todas las culturas del globo.


El dinero en metálico, ya no debe ser preocupación. La disputa entre divisas en los mercados bursátiles del mundo, el tráfico de capitales especulativos y quien pague sus consecuencias pasan como piedras flamantes sobre los cabellos de los ciudadanos, sin siquiera despeinarlos. Las letrillas en el trozo plástico, siempre estarán ahí, para garantizar el consumo. La divisa en que se efectúe la transacción, las tasas de interés o aún el monto pasa en la mayoría de los casos inadvertido...para el consumidor. “Las unidades de mayor poder son aquellas que son fuente de mayor incertidumbre para las demás. El sector que gana la mayor influencia el que consigue hacer de su propia conducta una incógnita variable en las ecuaciones realizadas por los otros sectores para hacer sus cálculos”. (Bauman, 2003)


Una vez en el hotel, hospedaje o alojamiento, el afortunado ciudadano no puede - ni debe - extrañar su hogar. Habitaciones o ambientes físicos hábilmente transformados para recrear el paraje deseado, por supuesto todo a un precio. Prende la tele y otra vez el consumo garantiza que sintonice sus programas predilectos, noticias y demás, que aunque pueden no producirse en su país de origen, se ven y se extraña como si lo fueran. Por cable o satélite estos programas están disponibles globalmente. También, a través de los medios, este viajero puede constatar las mismas políticas económicas aplicadas en su país de origen, las mismas razones para protestar que en su país, los mismos problemas sociales, los mismos conflictos que en su país, nunca iguales pero sí similares en su origen. Para no sentirse lejos de casa, el viajero también consigue y accede a su música favorita –quizá ni en su idioma natal- que puede conseguir, de nuevo, donde sea.


Y comunicarse con sus familiares y amigos a pesar de la distancia geográfica ya no es un problema. Un computador en el hotel, hospedaje o alojamiento se enciende y en la pantalla encuentra otras figuras - logos - de familiares colores que denotan la calidez del hogar en forma de ¿puertas, ventanas?, ¿frutas, verduras? Un email es enviado, comentando lo que se ha visto y vivido. - Aquí también hay esto o aquello- exclama el viajero – quizá no hable el idioma o sepa la historia del lugar que me alberga...pero todo va bien-, puntualiza.


Como dice Bauman sobre la disputa del espacio, es “mucho mas razonable aplicar un tratamiento global que curar todos los males de un solo golpe”, en un contexto en el que “los defectos de las ciudades (sociedades de hoy) existentes eran demasiado numerosos para corregirlos por separado, lo cual exigía refuerzos y recursos desmedidos”


Fuera de los provincialismos típicos, algunas regulaciones estatales, políticas, diferencias sociales, económicas y culturales, los documentos del viajante son otorgados siempre y cuando pueda demostrar globalmente que es sujeto de confianza, a fin de cuentas si esto ocurre, el regreso a casa es…Como que nunca se hubiera marchado.

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